Entrevista en Revista La Brecha,Uruguay, noviembre de 2012

Desde el pie

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ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN EN 18 NOVIEMBRE 2012 BY FABIÁN KOVACIC / DESDE BUENOS AIRES
Con la socióloga Maristella Svampa

Socióloga, escritora, integrante del colectivo Plataforma 12, una “usina de ideas” cercana a la izquierda no kirchnerista, Svampa estima que nadie puede reivindicar la paternidad de los cacerolazos. “Es un rotundo no a la democracia delegativa”, dice.

—Fue la manifestación más grande registrada en el país en la última década. Movilizó amplios sectores medios, con una importante presencia de jóvenes. A diferencia de la primera marcha, el 13 de setiembre, que sorprendió a propios y extraños, ésta fue más meditada, con lo cual hubo menos consignas incómodas y mucho cuidado en las formas de presentación. Las consignas se concentraron sobre todo en aspectos más institucionalistas: rechazaban la re-reelección presidencial, la corrupción, y pedían por una justicia independiente. También estaba muy presente la demanda de seguridad. El año 2001, con su consigna “Que se vayan todos”, parece estar lejos, aun si la cuestión de la representación política está muy presente, como también 2008, año en el cual una parte importante de las clases medias urbanas se sumó como actor secundario, apoyando a los diferentes sectores del campo en contra del gobierno nacional. En las presentes movilizaciones las clases medias urbanas aparecen como actores centrales, con sus demandas específicas, con una crítica muy clara a la lectura que el gobierno nacional hizo del 54 por ciento de los votos obtenidos en diciembre. En suma, es un no rotundo a la democracia delegativa, a los cheques en blanco, a la falta de rendición de cuentas, a esas políticas gubernamentales que confunden legitimidad electoral con licencia social. Más allá de su significación como hecho político, la convocatoria a la movilización tuvo dificultades para salir de la trampa de los esquemas binarios que prevalecen en Argentina, y que muchos reducen al enfrentamiento entre el multimedios Clarín y el gobierno. Pero la marcha mostró que la gente está cansada de que todo sea reducido a una pelea entre Clarín y el oficialismo; señalando que hay problemas sociales, políticos, económicos que el gobierno no busca resolver ni afrontar, que desbordan claramente esta oposición binaria. Sin embargo, la demonización de la marcha que hizo el gobierno, y la apropiación de ella por parte de los medios de la oposición y varios dirigentes políticos –sobre todo de derecha–, generaron que desde diferentes sectores de izquierda ésta fuera vista con recelo y desconfianza, temiendo apoyar un movimiento que termine por criticar al gobierno más por sus aciertos –como la asignación universal por hijo o la política de la memoria– que por sus errores. Lo visto hasta ahora no parece refrendar esta conclusión tremendista; más bien confirma la tendencia de que en un contexto de polarización las apropiaciones remplazan a los hechos, convirtiéndolos en puro relato, y corriendo así el eje de aquello que es importante o significativo. Un problema que tenemos es que detrás de las construcciones mediáticas hay una realidad bastardeada y tergiversada, por ambos bandos. Por último, el hecho de que en la marcha se hayan privilegiado los temas institucionales y no los sociales, deja abiertos varios interrogantes, entre ellos la cuestión acerca de la desconexión entre, por un lado, los reclamos de los sindicatos, las organizaciones territoriales, asambleas socioambientales, organizaciones indígenas-campesinas, y por otro las demandas de las clases medias urbanas.
—¿Se puede hablar de un nuevo tipo de protesta ciudadana a partir de la explosión de las redes sociales, que jugaron un papel activo en esta movilización?
—Hace tiempo que las redes sociales son utilizadas en Argentina, desde 2001, incluso, cuando las clases medias se movilizaban, comunicándose por teléfono o por mail, en defensa de las fábricas recuperadas en la ciudad de Buenos Aires. La diferencia es la masividad que adquieren estas convocatorias a partir de la omnipresencia de las redes virtuales en la vida cotidiana de la gente, sobre todo en los sectores medios. En esto hay un paralelo que trazar con las convocatorias de los indignados europeos y la llamada primavera árabe. Pero no creo que esto invoque un nuevo tipo de ciudadanía; lo que cambian son los repertorios de acción. Por otro lado, en los últimos tiempos había sido el kirchnerismo el que utilizaba las redes virtuales. Lo interesante ahora fue su uso más generalizado, que involucra centralmente a los jóvenes, de quienes el kirchnerismo decía tener el monopolio de la interpelación política…
—¿Quiénes son los beneficiarios políticos de estas marchas que prometen seguir?
—Es difícil de responder. Argentina sigue siendo un país imprevisible, de mucho vértigo político. Por ejemplo: la marcha debería haber bastado para cajonear de modo definitivo las aspiraciones de re-reelección de la presidenta, pero ante tanto fanatismo y encapsulamiento dentro de las filas del oficialismo, esto no es del todo seguro. Habrá que esperar entonces a las elecciones legislativas del próximo año, pues el lenguaje de las urnas es el único que entiende el gobierno. Todo lo otro puede ser descalificado o bastardeado; no así el resultado de una votación. Respecto de los beneficiarios, entre los políticos de derecha, Mauricio Macri viene desplegando una catarata de halagos y apoyos a la movilización, pero no es seguro que pueda capitalizar estas demandas. La protesta fue muy variopinta desde el punto de vista ideológico. También hay que destacar que, a mediano plazo, quien puede ilusionarse con una potencial reconciliación con el voto de clase media es Elisa Carrió, ya que varias de las demandas de estas movilizaciones han sido históricamente sus temas. No creo que estas marchas puedan generar un nuevo movimiento político; servirán para abrir la agenda a temas que el gobierno no quiere resolver y para nutrir el discurso de una oposición también muy faccionalizada.