Historias de un pueblo multiplebeyo y siempre convulsionado

“Chacra 51”, la última novela de Maristella Svampa, toca temas que a los valletanos no nos gusta mucho mirar de frente: ¿qué nos dejarán años de fracking, somos insensibles a la debacle de la producción frutihortícola como sistema de vida, que vemos cuando vemos nuestros pueblos originarios? La tensión que propone Svampa en su novela es sumamente necesaria.

Desde hace al menos una década y media, a Maristella Svampa la derecha y la centro-derecha empresarial tratan de desconocerla o silenciarla. Es que su trabajo, su militancia y sus intereses (los de ella) chocan frontalmente con las ansias empresariales de efectivizar y perpetuar el negocio de la extracción de hidrocarburos de nuestro sub-suelo a cualquier precio.

Maristella -mismo desde antes de que todo esto del fracking comience a agujerear todo por aquí- viene advirtiendo en artículos, notas e investigaciones académicas que este asunto puede terminar muy mal. Lo suyo no es un oráculo. Puntillosa y responsable al extremo, Svampa hasta aquí ha argumentado los efectos nocivos de la hidrofractura y la megaminería utilizando el pensamiento científico como principal herramienta valedera. En la argumentación por la estadística, por la economía, por el ambientalismo, por la sociología y por la politología, Maristella ha analizado y deconstruido dos “cosas” fundamentales que el poder fáctico ejerce en esta carrera pro-extractivismo: por un lado desarmó el discurso que estos poderes han bajado a la sociedad en torno al extractivismo salvaje y por el otro ha expuesto con datos las acciones directas que –siempre en un sentido voraz- los mismos poderes han llevado a cabo desde principios de este siglo hasta ahora en los suelos y los ecosistemas de la Argentina. Obviamente muchos de sus estudios críticos, sus artículos, sus ponencias y sus militancias efectivas tienen que ver puntualmente con nuestra región, que también es SU región, pues es oriunda de Allen, de origen ella es una “chacarera” hecha y derecha. Así, en más de una ocasión Maristella ha levantado la voz con argumentos notables contra lo que ella – y no exenta de cierto fino sarcasmo- considera como “el nuevo Eldorado”: la taaaaaan mentada y cercana Vaca Muerta.

Lo que ella dice y argumenta es fuerte y perdurable, por eso desde hace una década y media la derecha y la centro-derecha tratan de que la militancia de Svampa se desoiga o no suene alto. En este sentido, el de soslayar sus ideas, hay que admitir con cierta amargura que desde hace un lustro el progresismo argentino también se las ha agarrado bastante injustamente con el trabajo de Maristella. Entusiasmadas por la re-estatización de parte del activo de YPF, muchas personas progresistas se enojaron –y mucho a veces- con las investigaciones y las advertencias que la socióloga allense hizo sobre las condiciones empresariales usureras, muy poco transparentes, que las empresas multinacionales celebraron cada vez que actuaron en la zona y sobre todo minimizaron las fuertes denuncias sobre el desastre ambiental que están ocasionando estas empresas con las actividades extractivas extremas, esas que solemos englobar popularmente con el término “fracking”, pero que tienen variantes como la extracción de gas de esquisto, de pizarra, de lutitas, el tight, el de metano de mantos de carbón, el shale, el coalbed, la manipulación y la extracción de crudos pesados y bituminosos, o la extracción del petróleo offshore de ultramar. Desde la montaña hasta  la costa sorprendería muchísimo a lxs lectorxs la cantidad de maneras que el mercado ha encontrado para extraer petróleo o gas a cualquier costo en toda nuestra Patagonia. Pero usemos una frase de acervo popular total: “la única verdad es la realidad”, decía el general, y con ese prisma veamos entonces como tres años de neoliberalismo feroz han servido para que muchas voces progresistas revisen si su encono con el trabajo y las advertencias de Svampa estaba o no justificado. Es que se puede compartir con ella –o no- su punto de vista que denuncia un grave error en la concentración de poder personalista que los populismos progresistas latinoamericanos tuvieron en los últimos años, antes de caer en las urnas o por lawfare (salvo Evo) uno por uno; pero no se puede soslayar que su lectura sobre temas éticos relacionados al “ser” del progresismo es sumamente interesante.

En una entrevista que le dio a la agencia estatal Télam a mediados de 2016, Svampa declaraba:

“Las promesas del progresismo tienen que ver no solo con el horizonte de cambio social, sino con la cuestión ética. El capital ético es algo que perdió el progresismo y en este sentido, lo está pagando de modo muy dramático”.

Duele un poco ¿no? Pero es un pensamiento muy lúcido y “la realidad” (otra vez) se impuso y tres años de cercenamiento de derechos civiles, humanos y constitucionales, un avasallamiento total de las economías por fuera del imperio financiero y un feroz cataclismo anti ambiental se abrieron paso como políticas de estado y –como solemos decir en la Patagonia- “quedó el culerío”.

El vendaval que ha desatado el neoliberalismo incluye avances feroces en megaminería y extractivismo salvaje. En nuestra región se vieron y se sintieron esos estragos y todos estos acontecimientos vienen a darle bastante de la razón a Maristella. En casi todo lo que analizó desde la sociología política y el ambientalismo la pegó. Mientras tanto al progresismo, admitámoslo aunque incomode, se nos escapó un poco –¡bastante!- la tortuga. 

Justo en este momento de tensión, con el todavía reciente derrame de petróleo en  Vaca Muerta de 85 mil metros cuadrados, el más grande la historia de nuestro país y uno de los más grandes del mundo (con una pluma de 775 mil metros cuadrados), con la deforestación de cientos y cientos de hectáreas de chacras para la instalación de plantas de extracción hidrocarburíferas por fracking y con varios organismos científicos internacionales monitoreando y analizando los movimientos sísmicos que empezaron a darse en la región tras -¡caramba!- la llegada del fracking; el progresismo debe dejar de darle la espalda a la temática para reconsiderar la seriedad del daño social y ambiental que el extractivismo ciego le causa a nuestro hábitat. Y justo en este momento de reconsideración, Svampa edita esta novela en la que se decide a contar desde la autoreferencialidad un camino de militancia social y ambiental que, se sabe, no ha terminado ni mucho menos.

“Chacra 51” es –entre otras muchas cosas-  la historia de una familia que asiste impávida a la desgraciada y decadente suerte que corre el lote de tierra que históricamente perteneció al papá y al tío de Maristella, allá en Allen. Una pequeña chacra valletana hecha y derecha. Un buen día, el primo de Maristella, sin avisarle nada a nadie, se toma la libertad de arrendarle parte de la chacra a la empresa Apache para que instale allí el primer pozo petrolero “frackinero” de la historia del pueblo. El impacto social, cultural y ambiental que la decisión unilateral de ese primo bardero e individualista genera, primero en la familia, más tarde en la sociedad, es un buen punto de partida para que Maristella vuelva a desplegar sus sólidos argumentos macro sociales sobre todos estos temas que en el inconsciente colectivo valletano nos resultan verdaderas espinas:

¿Hay posibilidades de reconvertir la economía de la producción frutihortícola si llegan las empresas petroleras y te ofrecen diez veces más que lo que podés sacar con la cosecha con solo alquilarte una parcela? Amplíese la pregunta por cien.

En un escenario como éste ¿son nuestros pueblos originarios un “escollo a superar” (como lo plantea el mercado) o un segmento de la sociedad a acompañar frente al avasallamiento?

¿Qué clase de sociedad somos si no estamos dispuestos a cuidar ni a nuestra gente ni a nuestro entorno?

Las preguntas que saltan desde el libro son más, y muchas -por no decir TODAS- son sumamente incómodas. En “Chacra 51” las reflexiones internas de peso -las sociales y las existenciales- las que vos tenés que hacerte sin que ella participe ni te ayude, se van encolumnando casi sin que te des cuenta.

Como escritora Svampa siempre ha tenido un estilo fluido y llevadero. Leyendo “Chacra 51” sabemos de su propia pluma que eso viene de su gigantesco amor por la literatura universal. En este sentido –el de la fluidez- el libro se convierte en una trampa mortal, pues lo leemos como si se tratara de una novela pasatista, llevadera; pero la cantidad de planteos internos profundos que quedan al terminar el libro es ENORME. Un verdadero peso para la conciencia ética del que encara la lectura, en el mejor de los sentidos, claro está.                   

Puede entonces que este libro abra muchas de las puertas de conciencia que Maristella ha intentado abrir en su camino militante. A veces lo intentó con aliados que vinieron desde la política, o desde el arte (su acercamiento a Pino Solanas y su equipo quizás resuma estos dos “mundos”), pero esta vez su novela, solita y bien erguida, puede llegar a ser la clave para entrar en nuestra consciencia un poco adormecida con respecto a estos temas serios y complejos, convirtiéndose en su mejor acto de militancia ambiental. Ojalá, pues la importancia social de un libro siempre es un acto de justicia poética.

El próximo jueves, este 9 de mayo, Svampa presentará el libro en el Salón Azul de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional del Comahue, a las 18.30, junto a Orietta Favaro (Ipehcs-Conicet-UNC) y Belén Alvaro (UNC). El sábado que viene, el 11, hará lo mismo desde las 17 en el Museo Estación Cultural de Fernández Oro, a escasos kilómetros (¡casi metros!) de la ya famosa Chacra 51.

Para en el final de la nota me tomaré la libertad de expresarme en primera persona e intentar hablarle casi exclusivamente al público de lectrxs norpatagónicos, lxs de nuestra zona, dejando un poco afuera –con respeto, por supuesto, no se enojen eh- a las personas de otras partes del planeta que bien pudieran leer este artículo:

A nosotrxs nos digo… Por favor, leamos este libro, ¿sí? Porque necesitamos reflexiones activas, serias y profundas sobre el extractivismo feroz, ésta realidad económico-empresarial que ha llegado a nuestras vidas para quedarse por las próximas décadas. Maristella nos nombra en un momento de la novela y nos denomina como una sociedad â€œmultiplebeya y siempre convulsionada”. Honremos pues ese punto de vista que Svampa nos tira por la cabeza y seamos críticos y persistentes; porque el “futuro” extractivista llegó hace rato a nuestra región y debemos hacer algo al respecto. Eldorado está aquí con la fuerza del poder del dinero, impuesto ya, gravitante; por ende el trabajo para que no nos hundamos como sociedad en el más grande mamarracho de crisis de choque social y ambiental es una responsabilidad latente que nosotrxs, plebeyxs y convulsionadxs, debemos asumir.

Decime si exagero…

Va Con Firma
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