No es posible realizar una lectura unidimensional de la crisis de 2001-2002, como si ésta hubiera expresado sólo el caos económico y la amenaza de la disolución social. Una de las lecciones es que la crisis también abrió las compuertas a la solidaridad colectiva y a las demandas de democratización, a través de la emergencia de formas de autoorganización social, desde abajo, como las asambleas barriales, los colectivos culturales, las fábricas recuperadas, y de un mayor protagonismo de los movimientos piqueteros. AsÃ, a partir de esa fecha, el tejido socioorganizacional del paÃs cambió, tanto como se consolidaron otras formas de movilización y protesta, hoy muy presentes en el espacio público.
Uno de los mensajes de 2001 es que, frente a las crisis, la sociedad argentina tiende a manifestarse de modo creativo y disruptivo, a través de la desobediencia civil, como lo fue el cacerolazo del 19 de diciembre. En 2002, en la plaza principal de la localidad de Jáchal, provincia de San Juan, donde destituyeron al intendente, se erigió un monumento a la cacerola, cuya leyenda dice: “La cacerola te vigila”? Muy probablemente esta frase sintetice el mensaje de 2001 que aún continúa resonando en el conjunto de la clase polÃtica argentina.
Por otro lado, lo vivido en 2001 dejó como aprendizaje algo que hoy se refleja en gran parte de nuestra sociedad y que podemos resumir asÃ: no es deseable ni posible retornar a la década del 90, sÃmbolo del más crudo neoliberalismo, del despojo de derechos y la exclusión social. La fecha inaugura asà un cambio de época, a otras formas de pensar la relación entre economÃa, sociedad y polÃtica, que cuestionan el Consenso de Washington.
Sin embargo, el transcurrir de la década nos presenta un balance complejo, atravesado por rupturas y continuidades. Jáchal mismo, con su preciado monumento a la cacerola, pero localidad enclavada en el corazón de la minerÃa transnacional, nos muestra una parte de esa perturbadora continuidad con los 90 en la Argentina actual
Diario La Nación.