En un artÃculo reciente titulado “Agua para sus molinosâ€, Horacio Verbitsky pone en entredicho diferentes cuestiones asociadas al modelo energético que estarÃa impulsando el macrismo y el pretendido rol que tendrÃa el impulso a las energÃas renovables para combatir el cambio climático (el cual es cuestionado en sus alcances) y la posibilidad –o incluso, la pertinencia— de la salida del controvertido modelo energético fósil. Antes que nada, celebramos que por fin en la Argentina y a diferencia del pasado, desde ciertos sectores del progresismo se aborde el debate sobre la matriz energética en su relación con el paradigma de las energÃas renovables. Sin embargo, creemos que hay numerosos problemas e incluso importantes errores de interpretación en dicho artÃculo, sobre los cuales nos interesa hacer hincapié, menos por lo que sostiene sobre el modelo promovido por el actual gobierno que por lo que elude decir del paradigma de las energÃas renovables, por lo que enuncia tanto acerca del cambio climático, en fin, por lo que sugiere sobre un modelo energético “deseableâ€.
Entre la mercantilización y los puntos ciegos
Para comenzar, en nuestro paÃs fue el gobierno de Cambiemos el que instaló el tema de las energÃas renovables en la agenda polÃtica, pero esto lo hizo en un marco de mercantilización extrema y de acentuación de la dependencia económica y tecnológica. El tema fue puesto en agenda por un gobierno neoliberal, por varias razones: porque la cuestión de las energÃas renovables constituyó uno de los puntos ciegos del gobierno kirchnerista; porque es “polÃticamente correcto†para gran parte de la sociedad y porque hoy estas se convirtieron en una gran fuente de negocios.
Durante el kirchnerismo el modelo fósil se potenció con la expropiación parcial de YPF (2012), y la apuesta a la explotación de hidrocarburos no convencionales por medio del fracking. Hubo, claro está, una ley progresista, la 26.190 del año 2006, que prometÃa que el 8% de la generación eléctrica serÃa renovable para el año 2016, algo que estuvo lejos de cumplirse. Hubo incluso el desarrollo del mapa de vientos a nivel nacional realizado por el Centro Regional de EnergÃa Eólica (CREE, Chubut) y avances en diversas provincias. Pero estos avances cayeron en saco roto, en una época en la cual se conjugaban el boom de las commodities, rentabilidad extraordinaria y expansión del neoextractivismo. Asà llegamos a 2015 con la penosa realidad de que las energÃas solar y eólica apenas representaban el 0.5% de la generación eléctrica.
Pero el tema es más grave, ya que bajo el kirchnerismo, la no discusión sobre el modelo fósil y el posterior giro eldoradista que se produjo con Vaca Muerta, tuvieron como correlato la obturación o clausura de una discusión seria sobre la transición energética. Dicha discusión, ausente en casi todos los paÃses sudamericanos con gobierno progresista –a excepción de Uruguay— conlleva un debate multidimensional sobre qué hacer con la energÃa fósil, qué lugar ocupan las energÃas renovables y, más aún, que tipo de configuración creemos que deberÃa tener el sistema energético para sustentar una sociedad justa tanto desde el punto de vista social como ambiental.
Silenciando las crÃticas ambientales y económicas, el kirchnerismo abrazó la idea de que Vaca Muerta y sus reservorios no convencionales salvarÃan a la Argentina del déficit energético y la convertirÃan rápidamente en una suerte de Arabia Saudita del sur. Pero el “consenso del frackingâ€, como lo llamamos en 2014 con Enrique Viale, es algo que desborda las fronteras ideológicas. A partir de 2016, Cambiemos profundizó la apuesta por los no convencionales, continuando la asociación con las corporaciones transnacionales y los subsidios estatales, pero en abierta clave neoliberal, operando asà una extraordinaria transferencia a las empresas petroleras, por medio de una sucesión de tarifazos que hacen cada vez más insostenible la vida de los argentinos.
Sin embargo, la novedad que introdujo Cambiemos fue la polÃtica de energÃas renovables (las licitaciones denominadas Renovar I, II y III). En nombre de la “modernización ecológicaâ€, de la “economÃa verde†–nuevos comodines del lenguaje global— el modelo de energÃa renovable promovido por el oficialismo apostó a ampliar el poder de las grandes corporaciones del sector, acentuando la mercantilización de la energÃa, independientemente de la fuente. Que ello se haga invocando la lucha contra el “cambio climáticoâ€, la necesaria diversificación de la matriz energética, o de cómo Joe Lewis y otros amigos del actual presidente invierten generosamente en energÃas renovables, no es un matiz, sino más bien una pantalla, con la cual se intenta cubrir el vertiginoso proceso de mercantilización de las energÃas renovables, sin que haya una discusión pública de fondo sobre lo que podrÃa o deberÃa ser tal modelo, al calor del agravamiento tanto de las desigualdades sociales como de la crisis socio-ecológica a nivel nacional y global.
Además de profundizar el “capitalismo de amigosâ€, como consigna el informe del OETEC citado por Verbitsky, el modelo macrista acentúa la vÃa de la dependencia tecnológica. AsÃ, la exitosa instalación de las energÃas renovables (fundamentalmente eólica y solar) viene a confirmar la consolidación de un modelo privatista y extranjerizado, lo cual no sólo se debe a la presencia –inevitable— de actores globales, sino también a la importación de los componentes clave (China y ciertos paÃses europeos), que lejos están de favorecer la “equiparación tecnológica†o la fórmula made in Argentina. A esto hay que añadir la vigencia de un marco regulatorio y normativo privatista asociado al desarrollo del sector eléctrico, que nunca fue cuestionado, ni siquiera durante el perÃodo kirchnerista.
Creer por eso que Cambiemos fomenta una polÃtica “ambientalista†o que esta es la única posible respecto de los renovables, constituye un grave error de interpretación. Existen diferentes variantes del ambientalismo y sin duda, Cambiemos optó por la versión hegemónica, que hoy impulsan organismos internacionales (como el Banco Mundial) y actores globales (gobiernos, elites polÃticas y corporaciones económicas varias), que lejos están de proponer un sistema energético basado en la idea de bien común, de reducción del metabolismo social, de desconcentración del capital, de sostenibilidad fuerte, de derechos humanos, en fin, un sistema energético que aporte una visión diferente de la relación Sociedad/Naturaleza.
Pero no nos engañemos. Sin quitar el hecho de que hay más energÃa solar y eólica que antes, el marketing que el oficialismo hace de las renovables respecto a su real peso especÃfico es desproporcionado, visto el notorio avance que están produciendo en la frontera fósil no convencional, que es donde se juegan los grandes negocios de las empresas que ganaron durante el kirchnerismo y aún más ahora. Nuestra matriz de fuentes primarias de energÃa continúa siendo un 90% fósil, las energÃas renovables no convencionales son apenas un pequeño sector en Argentina, solo localizadas en el sector eléctrico, que constituye menos del 20% de todas las fuentes secundarias de energÃa. Si se cumpliese la Ley de EnergÃas Renovables, las fuentes no convencionales alcanzarÃan el 20% de la energÃa eléctrica en el año 2025. AsÃ, pese a las inversiones en energÃas renovables, el modelo energético fósil se profundizará en los próximos años, al calor de la explotación de los combustibles no convencionales. Una salida que lejos de aclarar, oscurece el panorama futuro.
¿Qué modelo de transición energética?
Dicho esto, podemos coincidir en el análisis crÃtico de la polÃtica energética de Cambiemos, pero a condición de no simplificar ni reducir la discusión sobre la transición energética. Pues, aunque muchos hablen hoy del tema, no todos entienden lo mismo.
Algunos de los problemas que enfrentamos en relación al actual modelo energético son:
- Cada vez hay más evidencias que muestran que la disponibilidad energética futura será menor. La finitud de los recursos fósiles y la imposibilidad de aprovechar las fuentes renovables por los lÃmites en los materiales son una realidad actual .
- Existe una tremenda desigualdad e inequidad en el acceso y las condiciones de acceso a la energÃa para un buen vivir (pobreza energética).
- Los impactos del sistema energético sobre los ecosistemas son cada vez mayores (humanos y no humanos).
Por otro lado, la discusión requiere identificar algunas cuestiones centrales. No estamos hablando solamente de la diversificación de fuentes energéticas, ni tampoco exclusivamente de opciones tecnológicas. Hablamos de que no existe energÃa suficiente ni sumideros que lo soporten para cualquier desarrollo. La economÃa clásica no puede seguir tirando del caballo de la energÃa. En el presente la limitación es la energÃa. No aceptarlo puede ser un gran error.
Desde nuestra perspectiva, la energÃa debe ser entendida como parte de los bienes comunes, como una herramienta y no un fin en sà mismo y en ese sentido como parte de los derechos colectivos y en congruencia con los derechos de la Naturaleza. En este contexto es necesario pensar en un proceso de transición energética que implique un cambio radical del sistema energético, el cual no se reduce a la producción-consumo de determinados volúmenes fÃsicos de energÃa, sino que incluye las polÃticas públicas, los conflictos sectoriales, las alianzas geopolÃticas, las estrategias empresariales, los desarrollos tecnológicos, la diversificación productiva, las demandas sectoriales, los oligopolios y oligopsonios, la relación entre energÃa y distribución de la riqueza, entre energÃa y matriz productiva, las relaciones con la tecnologÃa, etc. El sistema energético se configura como un conjunto de relaciones que vinculan al sistema humano entre sÃ, con la naturaleza, a su vez determinado por las relaciones de producción existentes. Por esa razón, se trata de debatir acerca de la construcción de nuevas relaciones sociales en el plano de la producción, distribución y consumo de energÃa.
Los cambios del sistema energético pueden ser sintetizados en los siguientes puntos:
- La desmercantilización deviene un punto central en el marco del intenso proceso que impulsa la financiarización de la Naturaleza desde la economÃa verde. Esto por supuesto requiere desprivatización y fortalecimiento de lo público, asà como avanzar en la desconcentración y descentralización del sistema energético global y local.
- La energÃa debe ser pensada como una herramienta fundamental a la hora de fortalecer mecanismos de redistribución de la riqueza, lo cual resulta de una prioridad urgente ante el fuerte crecimiento de la pobreza energética en nuestro paÃs.
- Es necesario promover la democratización y descentralización de las polÃticas energéticas desarrollando herramientas de polÃticas locales y empoderamiento ciudadano.
- En congruencia con el desarrollo de los demás ejes planteados para la transición, otro de los objetivos es la desfosilización de la matriz energética.
Existen suficientes indicios que ilustran que el sendero actual y el previsto por las instituciones energéticas dominantes, basadas en un crecimiento permanente de la utilización energética, es irresponsable y suicida, asà como existen indicios que muestran la imposibilidad de abastecer un crecimiento exponencial del uso de energÃa también con fuentes renovables. La finitud de los recursos minerales planetarios, entre otros aspectos, dan cuenta de ello. En esta lÃnea, un camino aún poco explorado es el de la concepción de la eficiencia energética como una fuente de energÃa.
En suma, debemos aceptar que enfrentamos un descenso de la energÃa disponible. A la extinción de los combustibles fósiles se suma el gran decrecimiento de la tasa de retorno energético (como lo evidencia el fracking) y la finitud de los materiales y minerales existentes para desarrollar las renovables. Por ende, las reservas no pueden analizarse de manera simplista sino teniendo en cuenta cuanta energÃa cuesta realizarlas. El sistema económico mundial ha entrado en una nueva era, un mundo energéticamente restringido y desigual. La disputa es de sentido, de encontrar un nuevo contenido acerca de la prosperidad, la felicidad, la satisfacción de necesidades humanas, algo indispensablemente unido a menores recursos energéticos y materiales y a la construcción de modos de vida compatibles con la reproducción y sobrevivencia de los ecosistemas base de la vida.
Catastrofismo y cambio climático
Por último, en el artÃculo de Verbitsky, Federico Bernal se refiere al “catastrofismo†e incluso apela a una versión local del negacionismo respecto del cambio climático. En cuanto a lo primero, existe una extensa bibliografÃa sobre el colapso civilizatorio, un campo que infortunadamente en la actualidad revela una gran potencialidad explicativa. Sin embargo, no se trata de caer rendido a los pies de las narrativas «colapsistas», pues el riesgo más evidente es quedar atrapado en una lógica paralizante que anule la capacidad de acción colectiva. Además, como afirma Nick Buxton , los futuros climáticos que estas narrativas describen ocultan el hecho de que el impacto del cambio climático no vendrá determinado, en última instancia, por los niveles de CO2 sino por las estructuras de poder.
Por otro lado, entendemos que negar la existencia del proceso de calentamiento global y cambio climático y su origen antropogénico son hoy errores difÃciles de admitir dentro del campo progresista. AsÃ, el negacionismo de Bernal constituye un grave retroceso para afrontar la crisis, se haga éste en nombre de una voluntad imperial, (Donald Trump), o semiperiférica (Jair Bolsonaro), o apelando a la hipótesis conspirativa acerca de un supuesto “Complejo Industrial del Cambio Climáticoâ€. Sorprende además que el citado artÃculo suscriba dicha tesis oscurantista, pues como señala el periodista cordobés Leandro Ross, es contradictorio con lo que Verbitsky escribiera el pasado año sobre la cumbre del G20, cuando señaló que el cambio climático “no era un tema menor†y para medir la envergadura del problema tomó la misma fuente de datos de la que ahora dice sospechar.
El cambio climático no es una excusa y mucho menos una abstracción. En realidad, es lo menos “natural†que existe, pues es de origen antrópico y nos recuerda que en la era del Antropoceno, el ser humano se ha convertido en una fuerza geológica de alcance global, que amenaza la vida misma del planeta. El aumento de los eventos extremos, incendios, inundaciones, sequÃas, además de ser fenómenos extendidos en el planeta, también están vinculados a las polÃticas neoextractivas que los diferentes gobiernos potencian a través de medidas en favor del agronegocio y sus modelos alimentarios, la megaminerÃa, la expansión de la frontera petrolera, las megarepresas, entre otros.
Nadie niega que exista una geopolÃtica del Antropoceno. En 2017, un informe de la ONG The Carbon Majors encontró que más de la mitad de las emisiones industriales mundiales desde 1988 corresponden a 25 empresas y entidades estatales. Grandes empresas petroleras como ExxonMobil, Shell, BP y Chevron están entre las más emisoras. Pero, aún asà cabe preguntarse: ¿Qué paÃs puede estar preparado para generar verdaderas estrategias de adaptación al cambio climático, si cuenta con polÃticas públicas que promueven el monocultivo, la deforestación, la destrucción de humedales, el incremento de la producción de combustibles fósiles no convencionales? Precisamente por eso, el combate contra el cambio climático no es una lucha de las corporaciones ni del Banco Mundial, sino de la VÃa Campesina, de los trabajadores de la Central Sindical Internacional (CSI) y la Central Sindical de las Américas (CSA), de los movimientos campesinos, indÃgenas, socioambientales y organizaciones ecologistas de la región y del mundo. Las corporaciones, el Banco Mundial y sus socios sólo buscan mercantilizar las alternativas al cambio climático, en una apuesta tecnológica que apunta cada vez más como Plan B a la geoingenierÃa (intervención sobre el clima a gran escala), a fin de lograr una salida capitalista a la crisis ambiental.
Para cerrar: en la Argentina no es posible continuar obturando la discusión sobre los impactos de los modelos hegemónicos de desarrollo, asociados al neoextractivismo. Tampoco es posible descalificar el rol de las energÃas renovables en la construcción de alternativas energéticas, debido a que estas son capturadas por sectores concentrados, que sólo aspiran a incrementar ganancias. ¡Eso serÃa arrojar de modo imprudente el agua sucia con el niño adentro! Por ende, es imprescindible generar condiciones para que la disminución del uso de combustibles fósiles y nucleares no realimente un sistema energético perverso.
En un año marcado por la agenda electoral, aquellos que planifican ser nuevamente alternativa de gobierno deberÃan preguntarse si quieren volver a repetir los mismos errores del pasado o están dispuestos a abrirse a la autocrÃtica y promover un debate plural sobre estos temas tan complejos, propiciando un diálogo entre diferentes tradiciones polÃtico-ideológicas, con potencialidad emancipatoria. Todo lo cual requiere la ampliación de las fuentes de consulta e información, asà como colocar los debates actuales en lÃnea con las alternativas sistémicas, aquellas que hablan de “otra sociedad posibleâ€, en sintonÃa con otras relaciones sociales y otra racionalidad ambiental.
Publicado en El Cohete a la Luna
https://www.elcohetealaluna.com/la-energia-en-debate/