¿Extractivistas y progresistas?

El último libro de Maristella Svampa exhibe las relaciones entre los gobiernos progresistas y el extractivismo, y reclama una izquierda que escuche las voluntades de los pueblos.  «Del cambio de época al fin de siglo» (Edhasa, 2017) constituye un minucioso ensayo crítico sobre la actualidad del continente.

“No son tiempos mejores los que se avecinan”, dirá la autora en este ensayo refiriéndose al progresismo y la radicalización del neoliberalismo en América Latina tras un largo y minucioso estudio al respecto de los últimos años. Por un lado, la realidad europea que, quizá por primera vez, empieza a ser reflejo del devenir político de este lado del Atlántico.

“América Latina entró en un cambio de época: un nuevo ciclo que fue conformando un novedoso escenario transicional caracterizado por el protagonismo creciente de los movimientos sociales y la crisis de los partidos políticos”. Â¿Por qué? Porque tras una década de gobiernos neoliberales sin frutos sustanciales a la vista, el movimiento se vuelca al progresismo. ¿Su resultado? A la vista, y nada prometedor.

Se buscan opciones al capitalismo, acelerar los procesos transicionales, encontrar una buena alternativa. Porque el capitalismo no falla, fue así concebido. Y no habría funcionado, al menos no para las clases trabajadoras y peor aún en Latinoamérica.

“Estamos asistiendo al inicio de una nueva época a nivel regional, cuyo carácter más expoliatorio en términos de derechos augura más incertidumbre y menos pluralidad, en el contexto global ya marcado por importantes cambios geopolíticos y crecientes desigualdades”.

Svampa reclama a los gobiernos latinoamericanos su apego incondicional al progresismo sin considerar los verdaderos gritos del pueblo. En el largo y minucioso estudio de Maristella Svampa, se destacan los factores que debilitan desde la voluntad política de los Estados hasta las necesidades y desigualdades sociales a las que se enfrenta el pueblo a partir de esas voluntades políticas: conflictos socioambientales, los primeros grupos feministas de principio de siglo pasado, extractivismos, y más. ¿Decimos post progresismo? Digamos post progresismo porque urge un cambio coyuntural, despojarse de conservadurismos y evitar la gran trampa: la continuidad de este progresismo que no suma y la restauración neoliberal (“como realidad o amenaza”, destaca la socióloga). La cronología histórica del libro mantiene una rigurosidad desde los tiempos actuales, donde la problemática ya superó todo contexto contractual, hasta los primeros pasos del progresismo donde, como tantos movimientos sociopolíticos, parecían la solución y se volvieron el mismo problema. Las crisis políticas, tan parecidas todas según la región geopolítica, visibilizan una evolución primero, un populismo luego y finalmente un transformismo.

La Vanguardia
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