Maristella Svampa, pasa revista a las transformaciones producidas durante la década del noventa como consecuencia de la instauración del modelo neolberal. Un diálogo con el ojo puesto en las potencialidades de las prácticas de los movimientos sociales como superadores de una lógica diseñada por los sectores dominantes para excluirlos de la escena. Por Luis Iramain
Con estas palabras se cierra el libro “La sociedad excluyenteâ€, de la socióloga Maristella Svampa, una consideración cargada de esperanza tras casi tres centenares de páginas donde se desmenuzan con claridad las transformaciones sociales, polÃticas, culturales, económicas, ocurridas (más bien padecidas) durante la década del noventa. Es a juicio de esta investigadora del Conicet, precisamente en esta década donde se da una suerte de vuelta de tuerca, al plan inaugurado con la dictadura militar. La resolución de una suerte de “empate socialâ€, y el pasaje a una sociedad desmembrada en islotes y con una fuerte polarización son el signo de ésta época.
En una agobiante tarde de calor, Svampa dialogó con el Periódico Madres de Plaza de Mayo en su departamento, con el mate como compañÃa y la imagen de un plato roto desde la portada del libro, como telón de fondo de una Argentina arrasada por el capitalismo en su versión neoliberal.
-¿Sobre qué pilares se apoya y cuáles son los rasgos caracterÃsticos de esta sociedad excluyente construida a lo largo de estos treinta años que analiza en el libro?
-Yo tomé la noción de sociedad “excluyente” inspirándome en dos textos -uno de los uales es bastante anticipatorio y el otro, una buena sÃntesis desde el punto de vista de la sociologÃa económica-. El primero es “La modernización excluyente” escrito en 1992 por Barbeito y Lo Vuolo, donde se analizaba cuales iban a ser las consecuencias de la puesta en marcha del modelo neoliberal; y el segundo un libro que escribió Basualdo en el 2000, Sistema polÃtico y modelo de acumulación” cuyo su subtÃtulo es “La consolidación de una sociedad excluyente”, que analiza la dinámica polÃtico económica durante la época del menemismo. ¿Por que hablo de una “sociedad excluyente”? Porque lo que se consolidó es un tipo de sociedad atravesada por una dinámica de polarización social muy grande, algo que la diferencia notoriamente de otras épocas y también por un alto grado de heterogeneidad. La sociedad excluyente se manifiesta en que esta dinámica de polarización y heterogeneidad va cristalizando grandes desigualdades a nivel económico, social,cultural y polÃtico. Hasta los años setenta ésta fue una sociedad con rasgos de integración bastante fuertes y diferenciales respecto de otros paÃses de América latina. Durante mucho tiempo, cuando desde las ciencias sociales se analizaba la sociedad argentina, hasta los años setenta, se hablaba de una suerte de empate social o hegemónico, lo cual daba cuenta del estado de las relaciones sociales. Por un lado estaban los sectores populares, que esignaban una experiencia de articulación entre clases populares y clases medias movilizadas, que contaba con poder de movilización, y una presencia en la scena nacional, más allá de los niveles de exclusión polÃtica, tÃpicos de la dictadura militar. Por otro lado, estaban los sectores dominantes. El conflicto entre ambos polos no se habÃa resuelto. Pero en los ´90 que asistimos al definitivo pasaje del empate social a la gran asimetrÃa. Esa asimetrÃa social nos muestra por un lado sectores dominantes hiperconcentrados y por otro lado vastos sectores de la población que tienen muy poco acceso y muy poca capacidad de decisión. Por supuesto, fue durante la dictadura militar donde se resolvió el empate social en favor de los sectores dominantes, pero la gran asimetrÃa, esa distancia social que se expresa entre sectores dominantes y sectores populares que se da a través del empobrecimiento y la exclusión de franjas muy amplias de las clases medias y la casi totalidad de la clase trabajadora, es tÃpico de los noventa.
-En el libro hablás de la configuración de distintos tipos de ciudadanÃa, no solamente de la expulsión de la posibilidad de acceso a ciertos bienes por parte de grandes sectores de la sociedad. ¿Cuáles son esos tipos de ciudadanÃa?
-A mi me parecÃa insuficiente hablar de despojo dela ciudadanÃa social, es decir del desmantelamiento de los derechos sociales que neficiaban ciertos sectores de las clases trabajadoras y medias. Sentà que habÃa que analizar cómo se habÃa reconfigurado la relación entre individuos-sociedad, porque lo que realmente se reconfiguró son los lÃmites de pertenencia a la sociedad. HabÃa que pensar cuáles eran las figuras de ciudadanÃa, más bien restringidas –esto es, no universales-, que habÃa impulsado el neoliberalismo. Yo hablo de tres modelos básicos: el modelo de ciudadanÃa propietaria ,que es el tÃpico del modelo liberal, y es tan antiguo como el capitalismo y consiste en definir la pertenencia y la posibilidad de acceso a los bienes básicos, restringida a aquellos que cuentan con recursos conómicos para hacerlo. Tomo como ejemplo de este modelo a aquellos que hicieron la opción de vivir en los countries y barrios privados. Este modelo de ciudadanÃa propietaria alcanza a sectores muy pequeños de la sociedad. El segundo es el modelo del ciudadano consumidor, que fue sin duda el más emblemático, a condición de señalar que hay dentro de este dos expresiones fundamentales. Por un lado, el modelo del consumidor puro, que fue la imagen que movilizó el menemismo, que cautivó a vastos sectores sociales y que ectivamente implicaba ignorar la dinámica excluyente que se habÃa instalado en la sociedad (y por ende, desarrollar una estrategia más bien individualista y
para nada solidaria para con los otros, los que quedaban fuera). Pero una vez
agotado este modelo, lo cual sucede con la explosión del modelo de convertibilidad, el modelo de consumidor aparece más asociado a la figura del usuario,
definido constitucionalmente (aunque no desarrollado), sobre todo a partir de la privatización de las empresas de ervicios públicos. El tercero está relacionado con los sectores populares, y lo llamo “asistencial participativo”, basado en la exigencia de autoorganización comunitaria. Recordemos que el modelo neoliberal se caracteriza por la desregulación general de las relaciones económicas, lo cual implica una exigencia de autorregulación. Ahora bien, se autorregulan los que pueden, los que no pueden, los
que no tienen recursos para autorregulares ni para acceder a los servicios básicos, ¿qué es lo que les sucede?. Entonces este modelo promete a aquellos que
no pueden acceder a los servicios básicos porque no tienen soportes o recursos, la exclusión. Ahora bien, una vez dicho esto hay que ir más allá y tratar de analizar cuestiones que no son meros matices. Asà podemos ver lo que el modelo neoliberal exige a los sectores excluidos es también una suerte de autorregulación que se manifiesta a través de la exigencia de la autoorganización comunitaria o colectiva. Esto va de la mano sin duda de la nueva polÃtica social focalizada que el Estado neoliberal, que siguiendo las pautas elaboradas en los organismos multilaterales, desarrolló en la Argentina.
-Esta autoorganización comunitaria conlleva cierta peligrosidad para el modelo neoliberal
-Efectivamente, lo que trato de hacer no es una lectura lineal de lo que yo llamo el modelo asistencial participativo, que trae consigo la exigencia de la organización comunitaria vÃa las polÃticas sociales y la presencia del Estado. Si uno lo analiza desde arriba, desde la óptica del Estado, lo que ve es pura polÃtica de dominación, funcional obviamente a la reproducción del sistema, y hay mucho de eso sin duda en el tejido comunitario argentino. Pero también hay que ver que la autoorganización comunitaria es producto de las luchas que se han desarrollado desde abajo por parte de organizaciones sociales. Si uno piensa en el 1997/1998, en los orÃgenes de las organizaciones piqueteras, y más recientemente en todas las cuestiones ligadas a emprendimientos productivos, ve que efectivamente la autoorganización comunitaria es un punto de partida para construir relaciones sociales diferentes. Para decirlo de otra manera, el modelo asistencial participativo se instala en una suerte de espacio de tensión en donde lo que hay que ver es que efectivamente desde arriba hay un objetivo preciso de reestablecer el control social ante el tejido social desarticulado, y desde abajo lo que hay es una voluntad por superar ese tipo de limitaciones y recrear desde otra perspectiva las relaciones sociales.
-¿El lugar del Otro es éste que mencionás, ubicado bajo el control social, o hay sectores que incluso ni siquiera son considerados por los sectores dominantes?
-Yo creo que en lÃneas generales, es éste el modelo que se propone, el de incluir al excluido como excluido. Pero efectivamente esto no siempre sale como se lo proponen desde los sectores dominantes. Siempre está la lucha que puede ser transformadora. No siempre uno ocupa el lugar que le asignan. Asà hubo momentos de inflexión. En el 2001/2002 con la apertura del nuevo escenario polÃtico,creo que hubo una parte de la sociedad que se cuestionó este modelo excluyente. Fue un momento en el cual la sociedad se preguntó acerca del modelo social que ella querÃa. Luego, esta pregunta se se desdibujó, sobre todo a partir del 2003/2004. En ese sentido, yo dirÃa que se cerró ese espacio de oportunidad, pues la respuesta que se dio fue, en relación a los excluidos, que el único lugar que hay es que acepten su propia condición y lugar como excluidos. Esto se hizo visible en proceso de estigmatización de las organizaciones piqueteras, sobre todo a partir de la gran irritación que produjeron por su constante presencia en las calles de la cosmopolita ciudad de Buenos Aires. Para muchos resultaba claro que las organizaciones piqueteras debÃan volver a los barrios y seguir desarrollando ahà sus proyectos, sus emprendimientos productivos, ilustrando de manera mejor o peor ese modelo asistencial participativo, pero no aparecer como interpelando constantemente, realizando movilizaciones que pudieran “afectar†a la normalidad de la sociedad.
-A la luz de los sucesos en Francia de estos dÃas, ¿es posible trazar relaciones con esta sociedad excluyente argentina, y anticipar similares reacciones aquà que allá?
-Son sociedades bastante diferentes. Hay niveles de exclusión en todas las sociedades hoy en dÃa, aunque no es lo mismo hablar de las transformaciones que sufrieron las sociedades centrales desarrolladas –sobre todo aquellas donde el Estado cumple un rol central, que es el caso de Francia- que América latina donde el Estado fue reconvertido en función de un modelo de exclusión abierto. El modelo francés que todavÃa tiene un discurso universalista, y sin embargo Francia es de los pocos paÃses europeos donde se crearon verdaderos ghetos, en donde viven mayoritariamente hijos de inmigrantes que no son considerados franceses, pese a que nacieron allÃ. En este sentido, hay qe comparar la situación con los ghetos norteamericanos, porque sin llegar a los niveles de estos, la lógica segregacionista es muy grande, para un paÃs que insisto, tiene un discurso todavÃa integrador. En cambio, Estados Unidos no lo tiene, ya que es un paÃs con uan visión liberal-individualista, donde las fallas y las desigualdades se adjudican siempre al individuo. Por eso, creo que la revuelta urbana fue algo muy especÃfico del modelo francés, lo cual no quiere decir que no haya posibilidades que en otros paÃses europeos donde la presencia de los hijos de inmigrantes es muy alta no se llegue a dar este tipo de explosión. Por otro lado, en Francia cuando uno mira los barrios suburbanos, observa que hay niveles bajos de organización social. En general, en Europa hay pocos movimientos sociales. Hay explosión y revuelta, pero la exclusión devela poca trama organizativa, algo que en todo caso apunte a la reorganización de los lazos sociales. En América latina como hay mayor tradición autoorganizativa de parte de los sectores excluidos y menor presencia del Estado, el panorama es diferente. Entonces cuando uno compara estas rebeliones lo primero que se pregunta es si de ahà saldrán nuevas organizaciones, si los jóvenes van a poder o no articular en un lenguaje polÃtico sus demandas, además de pedir la destitución del ministros de interior. Creo que no hay una narrativa común en los jóvenes excluidos, más allá de la rabia.
-En las últimas palabras de tu trabajo mencionás con esperanza estas huellas de resistencia, que van abriendo brechas sociales y polÃticas en nuestro paÃs. ¿Qué tipo de organizaciones se encuentran en este espacio, además de las organizaciones de descupados?
-Son muchas más organizaciones de las que uno piensa. La Argentina es un paÃs atravesado por una multiplicidad de movilizaciones y movimientos. Muchos de ellos son rurales, campesinos, indÃgenas y también por supuesto y de manera cada vez mayor, urbanos. Esto último puede ser ilustrado por la emergencia de nuevas formas de acción sindical. Yo creo que la CTA ha tenido un rol importante durante los años noventa, como crÃtica del modelo neoliberal. No era fácil y la CTA efectivamente cumplió un rol fundamental. La Corriente Clasista y Combativa también. O sea que desde el punto de vista sindical hubo brechas que se abrieron también, diferente a lo que era el bloque sindical peronista que avaló las reformas neoliberales. Además de las desocupados, surgieron nuevas organizaciones campesinas, como APENOC en Córdoba, el MOCASE en Santiago del Estero, el MOCAFOR en Formosa, nuevas organizaciones indÃgenas que buscaban pelear por las tierras, nuevas organizaciones de derechos humanos ligadas sobre todo al tema del gatillo fácil. Por supuesto que hay organizaciones que tienen mayo centralidad, y en ese sentido la organizaciones de desocupados tuvieron la capacidad de interpelar en un momento determinado a toda la sociedad, de constituir algo novedoso y colocar en el centro a la figura misma del trabajador desocupado en términos positivos, ligado a la dignidad y a la posibilidad de un cambio social. Pero la centralidad que ellos tuvieron no tiene que hacernos olvidar que existieron y existen otros movimientos que contestaron el modelo neoliberal en los noventa. Yo no hablarÃa de un actor privilegiado, pero si que las organizaciones piqueteras han sido las más disruptivas a ese nivel.
-Muchas veces estas organizaciones dan el salto de la cuestión particular por la que se aglutinan a una cuestión más general. ¿Se está dando crees ese salto hoy?
-En realidad yo soy bastante pesimista respecto a la situación que atraviesan hoy las organizaciones piqueteras. Yo creo que muchas de ellas se plantearon nueva una estrategia polÃtica, metodologÃas de construcción más o menos novedosas, pero ese campo heterogéneo que ya existÃa en el origen, se tornó mucho más heterogéneo y fragmentado a partir del 2003, con la entrada de Kirchner, que conllevó una redefinición de ese espacio piquetero. AsÃ, hubo organizaciones que optaron por integrarse al gobierno y muchas otras, históricas, entendieron que debÃan seguir siendo crÃticas, y otras ligadas a los partidos de izquierda creo que cometieron muchos errores de diagnóstico. En realidad es un panorama que hay que leer teniendo en cuenta distintos elementos, porque es muy complejo. En los dos últimos años el gobierno ha llevado a cabo una campaña antipiquetera feroz para deslegitimar a aquellos que no se integran al gobierno. AsÃ, de ser un sÃmbolo de la lucha contra el neoliberalismo, las organizaciones piqueteras pasaron a ser vistas como una consecuencia perversa del modelo neoliberal. Desde el gobierno y los sectores de poder se ha instalado un consenso antipiquetero en la sociedad y creo que no hay vuelta atrás en ese consenso, y esto hace necesario que las organizaciones piqueteras crÃticas -no las que se integraron al gobierno- deban replantearse cómo seguir, cómo trabajar, cómo desarrollar una lÃnea polÃtica. Y no es fácil. En la Argentina no ha sido fácil la articulación entre lo social y lo polÃtico. Yo creo que en el 2001 hubo como una ilusión desde lo social, que las propias organizaciones sociales creyeron que podÃan crear una nueva institucionalidad polÃtica y eso no se tradujo en un resultado posterior, sino más bien, en la consolidación de una suerte de peronismo infinito, que busca “cerrar†tanto desde arriba como desde abajo. Las luchas que atravesaron el 2001/2002 han sido olvidadas, se han desdibujado sus demandas y el nuevo gobierno, que hoy goza de mucha popularidad, no las ha retomado en absoluto. En ese sentido, más allá ciertas rupturas, marca mucho una continuidad con el modelo de dominación polÃtica que se instaló a partir de 1989.
Publicado en revista de Las Madres