El debate del modelo minero

Por Maristella Svampa *

Son numerosas las resistencias sociales que ha venido generando la minería transnacional, en diferentes localidades y provincias, erigidas hoy en verdaderos territorios de resistencia. Así, existen unas setenta asambleas contra la megaminería a cielo abierto, nucleadas en la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), entre las cuales se encuentran las emblemáticas asambleas de Chilecito y Famatina, en La Rioja, cuyos vecinos luchan desde 2006 contra la instalación de una minera, a cargo de la transnacional Barrick Gold, en el antiguo distrito minero La Mexicana, y mantienen desde 2007 un corte de acceso al campamento de la empresa.

La historia reciente de la cuestión minera en La Rioja está atravesada por grandes escándalos de corrupción y violación de procesos ciudadanos. Junto con Catamarca y San Juan, La Rioja forma parte del núcleo duro del modelo minero. El ex gobernador Maza fue secretario de minería de Menem, en los ’90, cuando se dictaron las actuales leyes mineras, que favorecen al capital transnacional y la depredación ambiental.

Los vecinos autoconvocados de Chilecito y Famatina no ignoraban que su acción se insertaba en un campo asimétrico, dado los grandes intereses económicos y políticos en juego. Sin embargo, la crisis política provincial abierta en 2007, asociada a una feroz interna peronista, abrió el espacio a nuevas oportunidades políticas, dando visibilidad a estas demandas. El escándalo hizo públicas las vinculaciones entre el entonces gobernador Maza, la Barrick Gold y la antigua empresa pública Yamiri, rebautizada como sociedad anónima, Yamiri Gold and Energy Inc. En los ’90, los derechos de explotación de siete proyectos mineros importantes de La Rioja habrían sido transferidos gratuitamente a la sociedad anónima con sede en Canadá, donde reside la Barrick, que más tarde se convertiría en su principal socia.

La crisis institucional terminó eyectando a Maza de la gobernación, sustituido por el vicegobernador, Luis Beder Herrera, quien se apropió de modo oportunista del discurso ambientalista y sancionó poco después una ley de prohibición de la minería a cielo abierto con cianuro. Pero una vez consolidado por la vía electoral, el flamante gobernador derogó la ley que prohibía la megaminería, y aquella que llamaba a una consulta popular por el tema, un reclamo ineludible de la comunidad movilizada.

El escandaloso hecho de la derogación de la ley antiminera, ocurrido en julio de 2008, tuvo varios corolarios; por un lado, el nombramiento del presidente de la Cámara Empresarial de Minería como nuevo secretario de Minería provincial; por el otro, el silenciamiento de docentes y periodistas que se oponen a este tipo de minería. El último y más reciente es la apuesta por la represión abierta, dada la resistencia de los vecinos, que hoy encuentran el apoyo de otras asambleas, surgidas en La Rioja capital y Sanagasta.

Pocos argentinos están al tanto de que la megaminería a cielo abierto involucra directa o indirectamente a 15 provincias argentinas. Pocos saben acerca de las características de la nueva minería y de sus gravosas consecuencias en términos sociales, económicos y ambientales, ya puestos de manifiesto por el caso de La Alumbrera, en Catamarca. Pocos están al tanto de las estrategias llevadas a cabo por gobiernos provinciales y empresas transnacionales, con el aval del Estado nacional, que incluyen convenios con universidades públicas, en busca de una “legitimidad social” que les es negada por las propias comunidades afectadas. Así, la renuencia sistemática a abrir un debate público sobre el modelo minero, por parte de sectores políticos y empresariales, nos plantea preocupantes interrogantes sobre la cuestión de la democracia en Argentina. ¿Habrá que esperar que distintos gobiernos provinciales, como en La Rioja, apelen a la salida represiva para finalmente colocar en la agenda pública esta problemática central de nuestra sociedad?

LOS AMBIENTALISTAS QUE RECIBEN PALOS, por SOLEDAD VALLEJOS (Pagina 12, 21/02/2009)

Mientras el gobernador Beder Herrera y funcionarios provinciales y municipales disfrutaban del aniversario de Chilecito desde el palco montado en la Plaza de la Cultura, a una cuadra, unos 30 integrantes de las Asambleas Ciudadanas Riojanas (ACR) eran reprimidos por la policía para evitar que llegaran al desfile oficial. El plan de la protesta era el mismo de otras veces: los asambleístas repartirían frutas y verduras producidas en sus fincas, portando un cartel que rezaba “cuidemos el medio ambiente”, vistiendo remeras con la leyenda “salvemos el (cerro) Famatina”. Pero –declaran– una primera valla policial les dificultó el avance; la segunda detuvo a mujeres jóvenes, adultas y mayores, también a niñas y niños, sin mezquinar golpes. Subieron personas a patrulleros y las trasladaron a distintas comisarías. Como resultado, Elma Cortéz, de 70 años y con antecedentes cardíacos, debió ser internada de urgencia; al cierre de esta edición permanecía en terapia intensiva, mientras en los tribunales de Chilecito se seguían iniciando demandas. Fue una “verdadera vergüenza”, declaró en la tarde de ayer el subsecretario de Derechos Humanos de la gobernación provincial, una situación que “salió de los canales normales”. Herrera, en cambio, se llamó a silencio y prefirió no desmentir ni confirmar acusaciones como la de la UCR provincial, que en un comunicado afirmó que los efectivos actuaron “por orden del gobernador”.

La clave del conflicto es la posible explotación minera a cielo abierto, una iniciativa de la empresa canadiense Barrick Gold propiciada por Herrera y resistida por los ambientalistas que temen la contaminación del río Famatina, fundamental para la actividad agrícola del departamento provincial famoso por su torrontés de altura y sus tomates. “Está demostrado el esfuerzo de nuestros productores y el orgullo enorme de mostrarle a la comunidad que son dignos del trabajo, de la producción de la tierra o en la industria”, dijo Herrera en un pasaje del discurso que tanto celebraba el aniversario local como la inauguración de la Expo Chilecito y la disponibilidad de diez millones de pesos para asfaltar “y reasfaltar” las calles de la ciudad en 2009.

A una cuadra, la docente Jenny Luján se preparaba con sus compañeros ambientalistas “en lucha de resistencia contra la minería química contaminante, a cielo abierto”. Habían formado una columna, los seguía el jeep cargado con frutas y verduras producidas en fincas propias y de amigos; había adultos y niños. “Pero vimos vallas metálicas y una barrera humana, de policías. Había también fuerzas especiales, que acá las llamamos de infantería, con escudos, palos, cascos. Nos decían que no podíamos pasar. Le pregunté a un policía por qué, ‘Hay órdenes’, ‘¿De quién?’, ‘De superiores, del gobernador’. Y en un momento nos dijeron: ‘Por favor, les pedimos que se vayan porque los vamos a reprimir’. Son amables porque muchos de esos policías son vecinos nuestros.” Pero instantes después, tras unos empellones, comenzó una golpiza. Luján vio “que estaban cargando en un móvil a la señora de 70 años (Elma Cortéz de Dávila, madre de otras dos asambleístas), pedí que la dejaran, me cargaron con la señora, que estaba herida, se sentía mal, tenía una crisis de nervios”. Ambas fueron llevadas a una comisaría, desde donde –indicación médica mediante– Cortéz fue llevada a una clínica. Luján permaneció más tiempo, “desde las 20 hasta la una y media de la mañana, que me dejaron ir porque se estaba acercando gente y no había orden de detención ni nada”. Su compañera de “militancia ciudadana”, Carina Díaz Moreno, fue trasladada a la Comisaría del Menor y la Mujer, donde “me arrastraron del pelo hasta un calabozo, me despojaron de mochila, lentes, celular, todo”. No registraron su entrada ni la revisó un médico; cree haber estado algo menos de una hora. “En un momento se acercó un hombre vestido de gala, grandote, morocho, a insultarme. ‘Se merecen que los hagan re-cagar porque han cagado la fiesta. Y ahora va a volar la cabeza del jefe de policía por culpa de ustedes, cagadores’, me gritó.”

Las denuncias, por apremios ilegales y abuso de autoridad, entre otras acusaciones, se radicaron ante el juez Alfredo Ramos. Los asambleístas también planean recurrir al Inadi y la Defensoría del Pueblo de la Nación.