Entrevista en el diario La Mañana, 22 de abril

Por MARIO FIGUEROA Neuquén > El libro “La sociedad excluyente” de la socióloga Maristella Svampa es uno de los ensayos que con mayor claridad y profundidad explica las consecuencias de las políticas neoliberales en nuestro país. Consultada por si actualmente se puede hablar más de continuidad que de rupturas Svampa sostuvo que “habría que ser ciego para no ver que el kirchnerismo representó cambios importantes respecto de la política neoliberal de los ‘90, pero peor sería querer ver esta realidad con un solo ojo, como si el kirchnerismo fuera ´puro´ progresismo, reducido a una única imagen-símbolo, como la de Néstor Kirchner ordenando retirar el retrato de Videla en el Colegio Militar”. ¿Existen también otras imágenes-símbolos? Sí, como la foto de Cristina en Canadá, con las tres banderas, la de Argentina, la de Canadá y la de la Barrick Gold. Eso también es kirchnerismo, lo cual nos coloca frente a una realidad bastante paradójica y perturbadora: la exacerbación de lo nacional popular viene acompañado también por la consolidación de un modelo neocolonial. Por otro lado, no niego que durante el gobierno de Cristina ha habido cambios en determinadas políticas públicas que todos hemos saludado, pero sus resultados son mucho más acotados que lo que sus simpatizantes quieren ver. Las brechas de la desigualdad son enormes, la concentración económica cada vez mayor y los hechos de corrupción asociados al gobierno, cada vez más insoslayables. ¿Cuál fue el espacio que tuvo el debate social en el tema de la adopción del modelo minero? El debate puso en evidencia la importancia de proteger nuestras reservas y fuentes de agua dulce, y a través de ello, mostró el peligro que implica este tipo de minería, que requiere cantidades enormes de agua y energía para llevar a cabo sus explotaciones. La vía de cuestionamiento del modelo minero fue indirecta. Tampoco fue un verdadero debate de sociedad, como sucedió con el caso de la ley de matrimonio igualitario. Se abrieron brechas de discusión, pero todavía falta bastante para dar un verdadero debate. Eso tiene que ver con los grandes intereses económicos en juego, con el carácter a veces técnico de la discusión, y también con el hecho de que estamos hablando de geografías casi remotas para una parte numerosa de la población argentina, lo cual hace que se vivan como hechos muy lejanos desde los centros urbanos más importantes. En las intervenciones en el Congreso Nacional hubo discursos interesantes de legisladores, incluso el de oficialistas como Pichetto, que reclamaron la necesidad de discutir el modelo minero, al cual reprochan estar consustancialmente asociado a la política neoliberal de los ´90. Pero luego sabemos que la ley está judicializada en San Juan y el gobierno nacional demora deliberadamente su reglamentación, como ya lo hizo con la ley de bosques. Hace algunos años tomó forma el movimiento piquetero, como respuesta a esa exclusión violenta que el modelo neoliberal impuso a las clases sociales más vulnerables. Pareciera que hoy el movimiento piquetero se repliega, teniendo baja exposición. Es cierto que los movimientos piqueteros perdieron centralidad y visibilidad, pero siguen existiendo al interior de los barrios numerosas organizaciones que realizan un trabajo de reconstrucción de los lazos sociales, así como de formación político-cultural. Les recomiendo el libro de José Luis Bonifacio, editado por la Universidad Nacional del Comahue, una excelente reconstrucción y análisis del movimiento piquetero en Neuquén. De modo más general, todas las organizaciones tuvieron que desarrollar estrategias de reacomodamiento ante la nueva situación. La interpelación kirchnerista produjo una fuerte fragmentación, que en realidad ya estaba bien instalada como tendencia en los propios movimientos piqueteros, pero obligó a una redefinición política, y no todos salieron ilesos o airosos de esa nueva contienda, tan asimétrica, sobre todo en el plano simbólico; no sólo en el plano material. Y el kirchnerismo fomentó sus propias organizaciones. Fíjense que hay un solo espacio, dentro de los movimientos sociales, donde el kirchnerismo no pudo penetrar: en las asambleas ciudadanas que cuestionan la megaminería. Ahí el kirchnerismo no tiene un discurso “progresista” que ofrecer, más allá de la valoración que hagamos de lo que quiere decir progresista en este país. La desposesión, el despojo descarnado, a través de un modelo trasnacional, se lo impide. La muerte de Mariano Ferreyra y los hechos del Parque Indoamericano, parecieran confirmar cierta tendencia a criminalizar las protestas sociales. ¿Cuál es la estrategia del gobierno para abordar las protestas sociales? Es cierto que ha habido una respuesta diferente del gobierno de los Kirchner respecto del tratamiento de los conflictos sociales, sobre todo, a partir de la mayor centralidad que cobraron las protestas sindicales. Pero esa apertura al conflicto no significa que no haya más criminalización. La criminalización es un dispositivo global, marcado por la necesidad del poder de disciplinar y doblegar a los sectores subalternos que cuestionan el modelo dominante en algunos de sus aspectos. Esto se asocia a los más variados tipos de protesta social: sindical, piquetera, socioambiental, étnica. Nadie es ajeno a esta estrategia, se trate de Menem, De la Rúa o los Kirchner. No se olviden la estrategia criminalizadora de Kirchner entre 2003 y 2005, con los movimientos piqueteros. Luego de 2005, el terreno quedó más despejado para el gobierno nacional y la represión se localizó casi exclusivamente en las provincias. Son ellas las que hacen el trabajo sucio a través de grupos especiales, Policía provincial, patotas sindicales e incluso guardias blancas. La represión aparece “federalizada” y no bromeo con esto. Lo que tienen de excepcional los casos de Ferreyra y del Indoamericano es que ambos sucedieron en el corazón del poder e involucraron mucho más directamente al gobierno nacional, pero mostraron con crudeza cómo funciona el dispositivo, ya instalado en las provincias. Los episodios de represión y criminalización están lejos de ser casuales o esporádicos; son nota de todos los días; también están lejos de ser absoluta responsabilidad de las provincias y sus gobiernos autoritarios, forman parte de una misma matriz “ordenadora”, una misma razón de Estado, de la cual el responsable último es, sin duda, el gobierno nacional. Perfil Neuquén > Maristella Svampa nació en 1961 en Allen, provincia de Río Negro. Es licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Ehess) de París. Actualmente es investigadora del Conicet. Entre sus libros se destacan “La Plaza vacía. Las transformaciones del peronismo” (1997), “Desde abajo. La transformación de las identidades sociales” (2000), “Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados” (2001), “Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras” (2003) y “La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo” (2005). Además ha incursionado en la narrativa publicando la novela “Los reinos perdidos” y actualmente está trabajando en una nueva obra titulada “Donde están enterrados nuestros muertos”.