ExtraÃdo de Puntal.com.ar, RÃo Cuarto, 10 de junio 2009
La no distribución de la revista Rumbos en la edición del pasado domingo con el ejemplar del Diario de Cuyo, de San Juan, generó dudas y hasta suspicacias habida cuenta que la nota central de dicho semanario, estuvo referida a la explotación minera en esa provincia, cuyo gobierno viene siendo blanco de crÃticas y denuncias por parte de sectores ambientalistas.
San Juan es una de las jurisdicciones donde más se ha intensificado en los últimos años la minerÃa. Lo que sigue, es la reproducción de los tramos más salientes de la nota en cuestión:
“A las historias que hay detrás de cada medallita de oro, alianza de compromiso o una vieja tuberÃa de cobre, asoman dos realidades que se entrelazan en un mismo conflicto. Por un lado, el sueño de recuperar el paraÃso perdido (entendido como desarrollo económico, bienestar social, estabilidad laboral y ganancias netas que superan toda imaginación), y, por el otro, el precio que hay que pagar para alcanzar esa meta, es decir, la erupción de profundos daños ambientales.
Suerte de salvación o condena, la actividad minera es una de las industrias más cuestionadas y veneradas del mundo. Su gigantesca maquinaria mueve miles de millones de dólares, al mismo tiempo que contamina y consume de manera alarmante los recursos hÃdricos de la región explotada.
El geógrafo Anthony Bebbington, en un informe presentado en la Univer-sidad de Manchester, explica que el fenómeno de la extracción de minerales aumentó considerablemente entre 1990 y 1997, perÃodo en que la inversión en minerÃa mundial creció un 400 por ciento sólo en América latina.
Con más de trescientos yacimientos en producción, o pronto a ser explotados -en su mayorÃa por empresas transnacionales- nuestro paÃs ocupa el sexto lugar en el mundo como potencia minera y, de acuerdo con lo expresado por Maristella Svampa y Mirta Antonelli (en su flamante libro MinerÃa transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales), el 75 por ciento de las áreas atractivas para la actividad todavÃa no han sido exploradas.
A cielo abierto
Si bien hasta mediados del siglo XX las minas subterráneas conformaron la metodologÃa más común para trabajar los yacimientos, hoy, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologÃas, la industria metalÃfera dio lugar a una nueva forma de trabajo: la explotación a cielo abierto.
Las minas que adoptan esta modalidad se disponen a modo de terrazas ubicadas en grandes fosas donde se realiza la remoción de vegetación y suelo, se dinamitan toneladas de roca y se utiliza ácido sulfúrico, entre otros compuestos quÃmicos, para obtener el metal deseado.
La particular caracterÃstica de este tipo de explotación es que requiere el consumo de millones de litros de agua por dÃa y un desproporcionado gasto de energÃa eléctrica.
Con inversiones (y ganancias) exorbitantes, y enormes pasivos ambientales, la explotación a cielo abierto parece ser la nueva gallina de los huevos de oro de las multinacionales. Gracias a la sanción de la Ley 24.196 que en los 90 lanzó el ex presidente Menem para incentivar la inversión extranjera -estabilidad fiscal por treinta años, pago de regalÃas menores al 3 por ciento- y al Plan Minero Nacional presentado por Néstor Kirchner en 2004, la explotación de yacimientos creció a pasos agigantados.
En la actualidad, la industria en nuestro paÃs suma 7.950 millones de pesos en exportaciones, mientras que la inyección de capital extranjero -según el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios- subió un 740 por ciento desde 2003.
Las expectativas del Gobierno son más que optimistas, teniendo en cuenta que más de trescientos proyectos están en carpeta buscando superar los 500 mil metros cuadrados explotados durante 2007. Nada mal para un mercado que, en el rubro de exportación de oro, posiciona a la Argentina como el segundo productor de toda América latina.
El informe augura, además, que dentro de los próximos ocho años el Estado recibirá inversiones de 38 mil millones de pesos.
Por lo pronto, la gran apuesta está alineada sobre la cordillera andina. San Juan, Catamarca, Jujuy, La Rioja, Mendoza y Santa Cruz se disputan los megaemprendimientos, en su mayorÃa, a cielo abierto.
No todo lo que brilla es oro
Ubicado a 2.600 metros sobre el nivel del mar, el yacimiento catamarqueño de Bajo de La Alumbrera fue la primera mina de la Argentina en explotar cobre, oro, plata y molibdeno a cielo abierto. Además de la planta de procesamiento, posee un mineraloducto que atraviesa más de trescientos kilómetros y transporta, mediante agua a presión, el concentrado de minerales y quÃmicos como el cianuro de sodio, ácido clorhÃdrico y los restos de los metales pesados existentes en la roca,como plomo, mercurio y uranio.
A pesar de las exportaciones a España, Alemania, Japón, Canadá y China, que en 2008 dejaron más de mil millones de dólares, la activación de la planta genera conflictos, también en gran escala. Como toda actividad minera que adopta esta metodologÃa, Bajo de La Alumbrera “necesita del agua para limpiar las 330 mil toneladas de roca que extrae por dÃa y también para la cianuración (proceso por el cual la mezcla de cianuro y agua ayuda a despegar el metal adherido a las rocas)†explica el geólogo doctor Isidoro B. Schalamuk, director del Instituto de Recursos Minerales de La Plata. AsÃ, el yacimiento consume 100 millones de litros de agua por dÃa. Lo mismo ocurre con la electricidad. “La cantidad de energÃa que se necesita para movilizar la miconna es equivalente a la energÃa que consume La Plata. La desproporción entre lo que se explota y lo que finalmente se extrae es mayúscula: por cada tonelada de roca, se obtiene un promedio de medio gramo de oroâ€, enfatiza. “Uno de los problemas más graves que tiene Bajo de La Alumbrera es su proceso de transporte. El mineraloducto, por el que se traslada el mineral concentrado, atraviesa un relieve muy accidentado en el que muy frecuentemente se producen pérdidasâ€, afirma Schalamuk.
Urbano Cardozo vive en Andalgalá, y dice que las filtraciones de la mina modificaron la salubridad del rÃo Vis Vis. “Han muerto muchos animales. Los zorros no tienen piel. Vivo a sesenta kilómetros de la mina y, por ejemplo, ya no encontramos abejas. Si antes el agua del rÃo era transparente, ahora tiene espumaâ€, cuenta.
Frente a la constante demanda social que reclama mayor protección ambiental, el secretario de MinerÃa de la Provincia, José Sinner, defiende al mercado. “Es la única actividad que tiene su ley ambiental, y que exige a las empresas que antes de realizar cualquier trabajo de explotación presenten un informe de impacto ambiental.
Tenemos una unidad de gestión en la que monitoreamos permanentemente el entorno de cada uno de los proyectos. La industria minera se localiza cerca de los proyectos y lejos de los poblados y lleva salud, trabajo, educación a centros totalmente relegados por las mismas regiones.â€
Luego de la redituable Bajo de La Alumbrera, el gobierno catamarqueño abrió el juego a otros proyectos, entre ellos, el yacimiento de Agua Rica (tres veces más grande que Bajo de La Alumbrera).Con un capital inicial de nueve mil millones de pesos, la megaminera planea imitar los pasos de su antecesora.
En la actualidad, Mendoza es una de las pocas provincias.junto con Chubut, Córdoba, RÃo Negro, Tucumán, La Pampa y San Luis, que cuenta con una ley que restringe la actividad minera. Propuesta por el senador provincial e intendente del departamento de San Carlos, Jorge Difonso, la Ley 7.722 prohÃbe el uso de cianuro, mercurio, ácido sulfúrico y otras sustancias tóxicas similares, en todos los procesos mineros.
Con todo esto, la provincia cuyana hoy ostenta dos grandes proyectos metalÃferos. Además del emprendimiento San Jorge, que iniciarÃa su etapa de extracción de cobre en 2012, una mina de mayor envergadura se instalarÃa en la regiónâ€.
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