- El 3 de octubre murió Claude Lefort, cofundador de la revista “Socialismo y barbarie” y estudioso de los totalitarismos. AquÃ, Svampa homenajea a su maestro. Además, un texto de Lefort sobre el papel del filósofo y sus contradicciones.
Fue un gran intelectual, un filósofo polÃtico de fuste y un excelente ser humano. Junto con Cornelio Castoriadis, fundó la célebre revista Socialisme et Barbarie, espacio de debate de la izquierda radical desde el cual comenzó a realizar lo que serÃa luego una crÃtica demoledora al totalitarismo. Ese fue el punto de partida del abandono de posiciones revolucionarias, pero también de un fuerte proceso de revalorización de la democracia, como forma de interrogación de lo polÃtico; democracia que él pensó siempre como irreductible a un régimen de gobierno o a un mero mecanismo de toma de las decisiones.
Conocà a Lefort a fines de los ochenta, en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales en ParÃs, donde hice mi doctorado.
Por una cuestión de asincronÃas más que de periferias, yo habÃa ido en busca del Lefort radical, el de Socialismo y Barbarie, pero finalmente me encontré con el nuevo teórico de la democracia, al que todos se disputaban, en especial, los profesionales latinoamericanos que habÃan vivido el exilio y buscaban pensar el régimen democrático desde nuevas claves interpretativas.
En aquellos tiempos, yo me habÃa empeñado en investigar sobre civilización o barbarie en el imaginario polÃtico argentino.
Recuerdo que cuando le presenté mi proyecto de tesis, balbuceando un francés tan irregular como presuntuoso, ignoraba que él tenÃa un afecto especial por nosotros, los argentinos, y sobre todo, por la temática que yo iba a abordar.
Finalmente, aceptó dirigir mis primeros pasos en aquella investigación. Después supe que, por esas casualidades del destino, Lefort estaba casado con la hija de Marcel Bataillon, gran latinoamericanista, además de excelente traductor del Facundo de Sarmiento a la lengua francesa. Por esa misma razón, la renovada pasión argentina por las dicotomÃas nunca le fue ajena.
Lefort fue también un gran profesor y un gran lector. Recuerdo sus cursos, allá en rue de Passy, su estilo riguroso y magistral, y aquel ritual, al final de cada clase, tan imprescriptible como el passé simple que recorrÃa su prosa elegante. Apenas terminaba de hablar, Lefort estiraba su largo cuello, sacaba su pipa y se demoraba largos cinco minutos en prepararla y encenderla. Después de exhalar el primer humo, enarcaba sus gruesas cejas zigzagueantes, lanzaba una mirada por momentos severa sobre nuestros rostros rÃgidos, aguardando a que llegaran las primeras preguntas…
En medio de aquellos hondos silencios que costaba largo rato romper, él continuaba fumando su pipa con absoluta parsimonia, mientras nosotros quedábamos como apegados a la resonancia de aquellas lecturas, embebidos de una atmósfera intensa, a la vez reflexiva y frágil, que luego buscábamos perpetuar en nuestros comentarios de pasillo.
Siento que se fue un gran maestro. Escuchando a Lefort, conversando con él sobre los tantos avatares de la historia argentina, uno de veras sentÃa que estaba haciendo filosofÃa.
Publicado en Revista Ñ