Nisman, democracia y concentración de poder, Perfil, 21/01/2015

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La muerte del fiscal Nisman ha generado un gran estupor, casi una conmoción nacional. Suicidio o asesinato, su muerte tiene un claro mensaje político-mafioso; aunque nadie en este país crea que se trate de un suicidio. Poco importa lo que digan las usinas gubernamentales, tratando de alimentar esa hipótesis. Esta muerte constituye un punto de inflexión y por más de que el gobierno kirchnerista y sus voceros traten de hacer malabares retóricos –el periodista Víctor Hugo Morales aventaja a muchos en esto-, resulta difícil volver de esto.

Creo que este espantoso hecho puede servir para abrir una ventana de oportunidad no sólo para desclasificar los archivos de la SIDE, algo que el gobierno ya ordenó hacer, sino para disolver este organismo, (y otros organismos de inteligencia) que arrastran una siniestra historia reciente, para poder pensar así otros escenarios institucionales, más acordes a un verdadero sistema democrático. Basta recordar que la SIDE ha sido el principal responsable de los encubrimientos por el atentado de la AMIA, como denuncia Laura Ginsberg desde APEMIA; que además arrastra una importante responsabilidad en la represión del Puente Pueyrredón, el 26 de junio de 2002, que terminó en el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki y produjo un centenar de heridos; en fin, que en los últimos años se ha dedicado a espiar sistemáticamente -por orden del gobierno- a referentes de movimientos sociales y partidos de izquierda, en un contexto político social de endurecimiento de la criminalización y la represión a la protesta social. No creo que estas sean propuestas que esté barajando la oposición de derecha, que tiene chances de llegar al gobierno y sólo piensa en endurecer el discurso en torno a la “seguridad”.

La muerte de Nisman termina por hacer rodar cuesta abajo la imagen que el gobierno se empeñó en construir, a fuerza de acumulación de poder y aparato propagandístico, en nombre de la “inclusión social” y la “calidad institucional”. Lejos de esta imagen feliz que el oficialismo repite sin cesar, éste aparece cada vez más asociado a hechos tenebrosos que lastiman la democracia y la hacen cada vez menos creíble, entre los que abundan escenas impúdicas de enriquecimiento económico, que involucran desde funcionarios y empresarios ligados al gobierno hasta la familia presidencial; y otras que nos alertan sobre la existencia de mafias incrustadas en el Estado, que no se controlan…

Hace unos días me preguntaba cómo recordaremos en el futuro, nosotros los argentinos, estos doce años de gobierno kirchnerista. No es un ensayo anticipado o imprudente de balance histórico-sociológico sino más bien un intento de palpar el “sentimiento colectivo”. Tiendo a pensar que este gobierno no será recordado por sus aciertos (los juicios a los genocidas de los ´70; ciertos elementos de inclusión social), tampoco por la nefasta política extractivista que produce tanto daño en los territorios (y que traerá tantas consecuencias negativas en los años que vendrán); sino más bien por el aumento de los casos de corrupción y prebendarismo y, sobre todo, por el afán desmedido por expulsar todo tipo de control interno, en función de acumular poder, más poder, como si tuviera por delante cincuenta años más de gobierno. La muerte de Nisman también está vinculada a esta estrategia de construcción de poder absoluto.