“Reivindico la ficción realista provinciana”

La escritora Maristella Svampa publicó “El muro”, su tercera novela ambientada en su Patagonia natal

ara poder escribir ficción Maristella Svampa necesita dejar de lado por completo su labor de socióloga, profesora titular de la Universidad Nacional de La Plata, investigadora del Conicet, y suspender su trabajo en ensayos como los que publicó sobre “Los que ganaron, la vida en los countries y en los barrios privados”. Así ha escrito las novelas “Los reinos perdidos”, “Donde están enterrados nuestros muertos” y “El muro”, que acaba de publicar Edhasa. Esas tres novelas tienen como escenario la Patagonia, y ella considera que las próximas que escriba también sucederán en esa magnífica zona de nuestro país, que es el lugar donde la escritora nació y pasó su infancia. Svampa reivindica la narrativa realista provinciana frente a las porteñas que continúan con temas del pasado reciente o se demoran en detallismos frívolos. Dialogamos con ella.
Periodista: ¿Qué la impulsa a novelizar sobre algo tan emblemático del siglo XX, tan metafórico, como un muro?
Maristella Svampa: El disparador de la novela fue un episodio de gatillo fácil sucedido en Bariloche en 2010, donde en un confuso episodio la policía mata a un muchacho y, luego de una pueblada, la policía detiene a otros dos muchachos, y eso produce una serie de sucesos muy controversiales, entre ellos una marcha de los taxistas a favor de la policía. Esa serie de hechos me llevó a pensar. Yo conozco mucho el sur, Bariloche, tengo amigos ahí, mi familia. Ese episodio me interpeló, y cuando comencé a escribir “El muro” quería hacer algo con ese tema. Empecé a escribir, pero la verdad que no salía nada interesante, y al cabo de unas semanas me di cuenta de que tenía que entrar por otra vía, y fue ahí que apareció la idea del muro, y ya las historias comenzaron a tomar vuelo, autonomía, y se despegaron completamente de aquellos episodios, que sin embargo son el fondo de la novela. Yo parto siempre de episodios reales, y a partir de ahí construyo un mundo que no tiene que ver con la realidad pero que se nutre de la realidad. La verdad es que los muros siempre me han parecido un interesante punto de partida para pensar la realidad contemporánea, como mecanismos de control, disciplinamiento y división entre poblaciones ricas y poblaciones pobres, países centrales y poblaciones periféricas que quieren ingresar a su territorio. El muro de Melilla, el muro de Cisjordania, el de Berlín…
P.: Hay muros para no dejan entrar y otros, como aquel de Berlín, para no dejar salir, muros de fortalezas, y muros de prisiones.
M.S.: Las ciudades están atravesadas de muros invisibles, en mi novela traté de hacerlos visibles, explícitos, para ver el modo en que eso repercutía en las personas. De hecho los distintos personajes de la novela, es una novela coral, se interrogan constantemente sobre un muro que aparece materializado. Y el muro aparece con mayor visibilidad y con un carácter más explosivo a raíz de que ocurre un hecho delictivo. Ahí los personajes comienzan a interrogarse sobre la historia del muro, sobre si es una falla o no es una falla, sobre desde cuándo está allí. Se interrogan sobre ese muro que ellos han incorporado como algo tan natural como el lago que baña las costas de la ciudad.
P.: Lo interesante es que eso ocurre en la Patagonia que de entrada se piensa esteparia.
M.S.: Mi escenario es la Patagonia barroca, la de los grandes lagos, la de la vegetación exuberante, la que atrae al turismo internacional. Mis otras novelas sí hablan más de la estepa, desértica, ventosa. Si mis novelas transcurre en la Patagonia es porque es el paisaje en el que me reconozco, al cual vuelvo constantemente, que tiene que ver con mi infancia, con mi familia. Yo vengo del Alto Valle, de Río Negro, de Allen. Yo odiaba el viento y la meseta pero al escribir “Los reinos perdidos”, mi primera novela, donde cuento de viajeros, viajantes y visitantes en la Patagonia más desértica, me reconcilió con ese paisaje. Son tres historias, la de un vendedor de libros que recorre, la de un viajante que lo hereda, va a la Patagonia y se queda allí, y la de una viuda que lucha por sus tierras; las tres historias están conectadas. En fin, como se ve, la Patagonia es mi territorio literario, es que tiene tantas historias, tantos secretos oscuros. Tenemos la Patagonia nazi, la Patagonia rebelde, la Patagonia del genocidio y las poblaciones originarias, la Patagonia de los turistas nacionales y extranjeros. Así que he resuelto seguir escribiendo sobre la Patagonia o, por lo menos, sobre hechos que ocurran en la Patagonia.
P.: ¿Cuáles son sus autores de referencia?
M.S.: Algunos autores de Perú y de Italia. Perú tiene un conjunto de escritores que van desde Arguedas, pasando por Manuel Scorza, por Vargas llosa y llegando a Santiago Roncagliolo, que toman cuestiones que tienen que ver con la realidad, con la urgencia inclusive, y potenciarlo a nivel literario. Creo que eso es algo que se perdió en la Argentina. En nuestra literatura lo que aparece en ese sentido es el tema de la dictadura, y cuando aparece la realidad social y política actual es desde las clases medias, y tiene un carácter más paródico y revulsivo todo lo que tiene que ver con las voces bajas. Me cuesta reconocerme ahí, aun cuando creo que hay autores muy interesantes. Pero los más interesantes para mí son los que están escribiendo en las provincias y que buscan expresar la realidad social de un modo cercano y contundente. En ese sentido yo me he reivindicado profundamente provinciana. Me he reencontrado con mi identidad provinciana a través de la ficción, algo que no me había ocurrido haciendo investigaciones y escribiendo ensayos. En la literatura italiana encuentro ese otro registro, más vinculado a la literatura policial, pero que no deja de lado la presencia de los hechos de la realidad, como en el caso de Leonardo Sciascia. Indagando lo más cotidiano sabe sacar a luz las zonas más oscuras de una sociedad, de un pueblo. Yo reivindico esa literatura político-social que no está de moda hoy en día acá. Sin que eso signifique una mirada moralizante y pedagógica como la que practicaron algunos autores en los años setenta.
P.: Después de “El muro”, ¿qué se propone escribir?
M.S.: Tengo dos libros de ensayos pendientes, que si no los entrego me van a correr los editores. Tengo uno en colaboración con Enrique Viale, que es abogado ambientalista, sobre extractivismo, es un libro de divulgación. Después tengo un libro en el que vengo trabajando hace años, que es sobre Historia de las ideas latinoamericanas.
P.: ¿Cómo hace para trabajar en cosas tan diferentes como la ficción y el ensayo sociológico?
M.Sv.: Cuando escribo narrativa no hago otra cosa. Me sumerjo en esos mundos y escribo a tiempo completo. Me acuesto a cualquier hora, me levanto a cualquier hora, cancelo compromisos, no hago otra cosa. Dedico dos meses completos a eso, después dejo reposar el texto, para volver más adelante, ya no en períodos tan largos. Eso lo aprendí a base de ensayo y error: no se puede tener los pies en dos zonas diferentes del cerebro. Eso me permite sorprenderme cuando mis personajes dicen cosas que yo no me atrevería a decir nunca. En el ensayo se tiene la palabra más cautiva, en la ficción la libertad de la lengua surge a cada instante.

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