Sobre exclusiones y naturalizaciones

Más allá de las grandes transformaciones de los ´90, los countries o clubes de campo continúan siendo espacios de producción de pautas y prácticas que configuran diferentes grupos de pertenencia y estatus. Por ello, entre los ciento treinta countries que existen en la región metropolitana de Buenos Aires, los hay de todo tipo: los de carácter exclusivo y elitista, algunos venidos a menos, hasta aquellos de “medio pelo”. Las pautas sociales y culturales se expresan en las condiciones de admisión, esto es, un código de restricciones, generalmente no escrito, pero (re)conocido por todos. Este código va conformando, más que las reglas explícitas, el nivel social y, por ende, el contorno del grupo de pertenencia. Entre estas pautas se encuentra el antisemitismo. 

Así, aunque pocos serían capaces de reconocerlo abiertamente, nadie ignora que hay ciertos countries con una larga historia de discriminaciones y antisemitismo. En un tiempo existió el temido sistema de la “bolilla negra”, que excluía a todo aquel que fuera vetado por uno solo de los socios, por lo general, nuevos ricos “indeseables” o candidatos de origen judío. Incluso uno de los countries más antiguos del país llegó a establecer un “número clausus” (un cupo) para personas de origen judío. 

Tengamos en cuenta que el antisemitismo es una pauta social y cultural muy asociada a las clases altas  tradicionales, en la cual se conjugan vocación autoritaria y marcada confesión católica. Sin embargo, con gradaciones y matices, éste también recorre el sentido común de diversos segmentos del mundo popular y de las clases medias provinciales. En la actualidad, pese a que el antisemitismo no se expresa como en otras épocas, hay quienes observan que en ciertos countries recientes de la zona norte, la exclusividad aparece incrementada desde el momento en que se “desalienta” la presentación de candidatos de origen judío… 

A diferencia de los countries, los barrios privados están lejos de ejemplificar mecanismos de discriminación por cuestiones sociales, étnicas o religiosas. Al contrario, la presencia cada vez mayor de periodistas, actores, artistas y deportistas famosos, algunos de ellos considerados “progresistas”, no sólo les provee de prestigio, sino que facilita su naturalización mediática y social, como si éstos siempre hubiesen formado parte del paisaje urbano. Entre los “progresistas”, el caso más llamativo es el de un conocido cantautor, quien declaró que decidió mudarse a uno de estos paraísos privados, para escapar al asedio de sus admiradores. Salida hiperbólica que ilustra, una vez más, la falsa idea de que no hay soluciones intermedias y expresa en un acto de fuerte significación simbólica la aceptación de las distancias sociales.

En fin, la persistencia del antisemitismo así como la creciente naturalización de la distancia social remiten menos a fenómenos específicos, que a la exacerbación que ciertos dispositivos de exclusión adquieren en el marco de las urbanizaciones cerradas. Suerte de vuelta de tuerca que en su ajuste y consolidación sirve entonces para confrontarnos con visiones y prácticas –antiguas o recientes- presentes en diferentes sectores de la sociedad argentina.